Te presiento y sé cuando vienes, lo supe siempre, aunque no inmediatamente, porque no me preocupa, ni el día, ni la hora de tus visitas.
Puedes entrar, opinar, aunque nunca lo harás, no tienes ese valor del que alardeas tanto ante la gente.
Me lees, me consta y dejas tu señal inequívoca de que eres tú y no otra persona.
Piensas en lo que escribo y sacudes tu cabeza incrédula, con tus juicios tan particulares y errados sobre mí.
No me afecta tu sarcasmo, comentando con quien tú sabes mis escritos, con esa sabiduría postiza que no te pertenece.
En el fondo sé que me admiras y mucho, aunque no lo reconozcas y lo niegues, porque vuelves una y otra vez a mi rincón, donde mis letras se quedan impresas.
Tu curiosidad te puede, te mata y te hace volver.
No debo ser tan mala persona como pregonas, ¿ no crees?.
Sabemos como somos, nos conocemos bastante, pero sólo hay un juez en esta historia de desencuentros y no soy yo. Eres tú.
Tengo una ventaja importante sobre ti y es la indiferencia, yo no sufro nada, tú sí.
Yo no te odio, no sé de ese sentimiento que corroe el alma, tú lo llevas en tu corazón, si lo tuviste alguna vez, desde siempre.
No formas parte de mi vida, ni de mis amistades, nunca podrías, aunque trataras de cambiar finalmente.
Yo me gusto mucho, me encanto tal cual soy y no tengo que demostrar continuamente mi valía ante nadie y menos en este medio.
No me disfrazo en público con togas, ni birretes invisibles, ni tengo un dedo acusatorio, siempre reprobando a los demás, para conseguir un prestigio que no vale nada a la luz del día.
No enarbolo bandera alguna en pos de un discurso de justicia y buenas maneras, que exiges a los demás y del que careces.
Adoleces de la humildad y del corazón necesarios como para aplicar esos valores que refocilas a diario.
Es imposible que en la ruindad interior puedan nacer buenos sentimientos para con los demás, aunque no me importa nada, es tu vida y tú la desperdicias, como me consta.
Pensé en que eras inteligente, sin embargo, tras tu máscara de piedra, no hay nada. Me equivoqué al valorarte en un principio y pensar que valías la pena.
Sé que vendrás, sé que leerás, aquí te espero, como siempre.
No tengo nada que ocultar, como siempre.
Ten un buen día si puedes, yo seguro que tendré uno brillante, mirando al sol y a la vida de frente, como siempre hice.
Escribo por el solo placer de escribir, para mí sola, sin ninguna finalidad de dinero, prestigio o publicidad. Mis frases son aventuras de la vida y no recojo otras flores que las metáforas.