Sé que esperas otro escrito, no sé si igual o distinto, pero otro. Tratas de conocerme a través de los renglones y muchas veces casi lo consigues, pero siempre me escapo.
A veces te preguntas el porqué de este silencio, si tiene algo que ver con el anterior o por el contrario es independiente a él.
Vienes y no hay nada nuevo, todo sigue igual, pero vuelves, una y otra vez, esperando una imagen nueva que presente y preceda un relato, como hacía antes.
Yo también pienso así, pero no tengo respuesta, ni buena, ni mala. No la hallo.
Son épocas en las que el ritmo baja o incluso se para, después del trotecillo primaveral y se buscan pastos nuevos para alimentar el alma.
También las almas necesitan su invierno, en medio de cualquier verano y dedicarse a dormitar, sin nada más, por el momento.
No hay causas aparentes, a las que preguntar por el impás que se extiende más allá de lo debido.
No ocurrió nada que anegara el alma y le llevara a un estado melancólico, triste o distinto al de antaño.
La vida, como digo muchas veces, me ha premiado con esta forma de ser y de estar, pero necesito saborearla quizá un poco más, como los últimos momentos de un helado de chocolate.
Mi serenidad interior ha aumentado con la ayuda del mar, las olas me contaron muchos secretos, las puestas de sol anaranjadas me dieron sabios consejos y mis ojos curiosos me ayudaron a beberme todos los paisajes a mi alcance y guardarlos hasta que despierten, cuando quieran hacerlo.
Estoy bien, quiero estarlo siempre, es muy fácil .
Ésto, mi rincón, es el reflejo de mi diario, de algún modo.
Quiero brindar mi paz interior si hace falta, como hice siempre, pero hoy sólo puedo contarte ésto.
Postdata: No te preocupes, todo está bien.