31.3.11

* Mediodía * ( 4 )

Sentada como aún estaba, la luz amarillenta del sol, se colaba por la ventana entreabierta del bar, estrellándose en el brillo de la mesa de mármol rosa.
El reflejo de aquel fulgor parecía no querer morir y  se rebelaba  iluminando el rostro de aquella mujer, confiriéndole un semblante casi celestial.
Se sintió observada y un estremecimiento recorrió su espalda, obligándola  a salir de su  ensimismada actitud de aquel mediodía.
Buscó con su mirada quien la examinaba de aquel modo, desde la barra y se topó con unos ojos claros que no cesaban de observarla, mientras mordisqueaba un trozo de bollo de leche .
De cuando en cuando, el hombre cambiaba su postura, sentado en la banqueta alta, pero se le notaba  algo interesado en ella. Parecía como si la conociera de otro lugar o la hubiera visto anteriormente.
La mujer estaba bien segura de que, para ella, era un extraño y no caería en la tentación de ir y preguntarle quien era y por qué le miraba con ese descaro.
Que tuviera esa mirada tan subyugante, no le daba derecho a nada, pero era como un imán que la atrapaba y no pudo evitar mirarle un poco más.
Se sintió como una adolescente inexperta, en un momento dado y cuando él avanzó hacia ella, pensó "morirse" y aguantó como pudo un temblor inusitado en sus rodillas.
Respiró profundamente y trató de relajarse interiormente irguiendo su espalda, pero no dominaba esta situación.
Preparó con urgencia un rictus casi relajado, para saber qué podría querer ese hombre, que se acercaba  despacio a su mesa.
Se dirigió a ella, con una sonrisa que le desarmó completamente y sintió  la mujer que el bar, de pronto, se volvía transparente y desaparecía de su vista.
Sólos los dos,  la silueta del hombre, al trasluz  y ella, antes de la primera palabra.
Esperó inmóvil en su asiento, casi paralizada por la situación nueva para ella.
Él había ído hacia la mujer y lo lógico era mirarle, sí, pero nada más.
Parecía flotar como una pluma ante aquel hombre.
Su sonrisa era tan perfecta, que se embelesó en sus labios esperando su voz.
_ Señorita, si es tan amable, ¿ha terminado de leer el periódico, por favor?.
Ella quiso responderle,  pero no fué capaz. Un nudo en la garganta  secuestró su  respuesta.
Suspiró con disimulo, tomó el periódico de la mesa y se lo entregó, mientras contemplaba sus manos perfectamente cuidadas.

No podía aguantar la mirada de aquel hombre, por primera vez en su vida, no controlaba nada.

Continuará...










 


30.3.11

* Mediodía * ( 3 )

Bebió con deleite su café, disfrutando cada sorbo en su paladar, hasta apurar su contenido. Limpió suavemente sus labios con la servilleta de papel , apartó la taza a un lado  de la mesa y desplegó el diario.
La lectura le agradaba,  siempre le había gustado mucho leer. Desde niña sintió ese interés, por saber lo que pasaba por el mundo, aunque las noticias fueran poco halagüeñas.
Ese ejercicio mental, necesidad ya para ella, se lo agradecía a su padre, siempre ávido de saber un poco más de todo y a su maestra, quien le inculcó el amor a la lectura, muchos de los días de su escuela.
Quizá buscaba solución a otra noticia, leída días atrás o simplemente esperaba un artículo interesante.
Cuando leía, lo hacía muy despacio, a veces, volvía sobre las primeras líneas, para paladear su contenido de mejor modo, si perdía el hilo.
Perdía la noción del tiempo y su alrededor se silenciaba, hasta el punto y final, en el que daba por concluido el repaso de su lectura, fuera la que fuese.
Sumergida como estaba en las páginas finales, no reparó en el movimiento que había en el bar, tampoco le importaba demasiado quien iba o venía, eran desconocidos para ella y posiblemente, no los conocería nunca fuera de aquel bar.
Cerró por fin el periódico, lo dobló y lo dejó sobre la mesa con suavidad.
Asió su bolso de piel, aún sentada y buscó en su interior el teléfono, que no había protestado en toda la mañana, con su insistente repiqueteo.
Tenía que llamar a su madre, como cada mañana lo hacía, para escuchar pacientemente si había amanecido con algún achaque nuevo o, por el contrario, era lo de todos los días, la edad, la soledad y los ruidos de la vecina y sus hijos.
Solía quedarse silenciosa a este lado del auricular, mientras su madre le explicaba con apasionamiento sus cosas, sin importarle mucho, si su hija le contestaba o no.
Sólo de cuando en cuando le decía: - Hija, ¿estás ahí?.
Y seguía con su charla animada, hasta que por fin, su hija le interrumpía suavemente, haciéndole saber que tenía que dejarla ya con sus cosas.
Su madre le hacía toda clase de recomendaciones, como cualquier madre, empeñándose en que comiera un poco más y fuera pensando en dejar su soltería.
Repasaba la lista de sus amigas que ya tenían nietos listos como el hambre y lustrosos como querubines.
Y se quejaba de no tener aún esa nieta que tanto esperaba.
La madre daba por supuesto que sería una niña, a la que mimaría tanto o más que a su hija.
Aún se encontraba con fuerzas suficientes como para malcriar a esa nieta, vestirla de rosa, como una princesa y peinar  con ternura su cabello, tan dorado como el de las dos.
-¡Cómo ha pasado el tiempo!, pensó con cierta tristeza.
Encogió sus hombros, despidió a su madre con un beso y le prometió que iría un día de éstos a pasarlo con ella.
Guardó cuidadosamente el teléfono en un bolsillito de su bolso, cerró la cremallera con delicadeza y alzó la vista, volviendo a la realidad del bar.

Continuará...






28.3.11

* Mediodía * ( 2 )

La mujer se ensimismó en su espera, con la textura suave del rosa veteado de la mesa de mármol y su tacto frío.
¿Cuántos ojos la contemplarían antes que ella, esperando igual que ella?.
¿Qué historias distintas guardaba la mesa en su corazón de piedra?.
Estaba claro que nadie le daría una réplica y menos aún una mesa, en aquel solitario bar.
Ni siquiera el camarero podría aportarle respuestas a sus preguntas. Las habría olvidado, seguramente.
Quizá, llevaría trabajando mucho tiempo en el negocio o tal vez, sólo estaba contratado por un tiempo concreto.
Mientras el mozo del bar doblaba el trapo humedecido y lo guardaba en un cajón debajo de la barra, miró a la mujer de la mesa, advirtiendo su presencia.
Le indicó  con un gesto evidente que debía acercarse ella al mostrador y decirle qué deseaba tomar.
Colocó, entretanto, el plato de porcelana blanca, con su taza compañera, el azucarillo envuelto y la cucharilla de moka.
La mujer, dócilmente se acercó, le pidió un café con leche y esperó a que se lo sirviera, para llevarlo a su mesa y tomarselo despacio.
Tomó de la esquina del mostrador un periódico del día, doblado en dos mitades, lo desplegó y ojeó mientras esperaba, los titulares destacados.
Le indicó al camarero que prefería tomar en su  mesa el café, (así  leería tranquila las noticias, mucho más cómoda que de pié).
El asintió con una  media sonrisa a la mujer y ella se giró sobre sí misma, con el diario en la mano.
Se sentó con placidez en su silla, mientras aspiraba por fin el aroma del café, ya en su mesa.
Sacó de su bolso un  pequeño monedero de piel burdeos y buscó monedas sueltas.
Abonó el importe de la consumición al camarero, depositando el importe y la propina en un platillo, sobre el ticket  de papel.
Dejó el periódico a un lado de la mesa y se dispuso a la tarea de desenvolver el azucarillo, sumergiéndolo despacio en el café y contemplar como absorbía  el color marrón, entre sus granos prensados.
Tomó la cucharilla entre las yemas de sus dedos y dió varias vueltas parsimoniosas, rozando levemente el fondo esmaltado de la tacita.
Puso la servilleta de papel a la derecha, como solía hacer siempre, no sabía muy bien por qué.
Aún estaba demasiado caliente para su gusto y no tenía prisa.
Nadie la esperaba, sólo su café.
Continuará...





27.3.11

* Mediodía * ( 1 )

Ese mediodía  y no otro, del que dio buena muestra el azul, que se estampaba en la altura infinita, caldeó con desgana el pavimento de calles y plazuelas.
Jardines arreglados con celo, macetas coloridas a capricho,colgaban sus flores presumiendo de lozanía, en algunas ventanas, invitando a una parsimoniosa ronda,  sin destino concreto.
Huía de su soledad, en  otoñal suspiro, dejándolo atrás con sus hojas resecas.
Se alejó de aquellos días descoloridos casi, de aquel viento entumeciendo sus mejillas, una mujer de cabello dorado, del tono del sol, justo cuando despacha a la luna  altiva.
Aún recordaba,  esa sensación de frío, que traspasaba su piel y la erizaba, encogiendo también su alma y ensombreciendo el color de su mirada.
Dulce memoria que le era fiel día tras día, como único  equipaje en su presente.
Pensó tantas veces en todo lo que dejó atrás y para siempre, sin hallar respuesta alguna,.
Y resolvió que debía dejar de insistir como una adolescente, en aquellos tiempos.
Sacudió la cabeza con suavidad, alejando esos pensamientos improductivos que ningún bien le hacían.
Se obligó, regañándose a sí misma, a centrarse en su presente, enfrentarlo con valor y dar una solución certera a sus tristezas, que a veces la sumían en una melancolía peligrosa.
Paró de repente su camino y un impulso desconocido le  decidió entrar y descansar un rato en un bar, casi vacío.
Su mano asió con suavidad  la manivela avejentada, para adentrarse en aquel recinto tranquilo.
Eligió con  un rápido vistazo un mesa en un rincón,  como más discreta, cerca del mostrador rematado en caoba brillante.
Mientras, un camarero apostado detrás de la barra, acababa de  secar una copa con esmero, con un paño de lino blanco, ribeteado en rojo. Era  la última de  muchas, que había colocado antes de un estante.
Parecía enfrascado en ordenar, un poco más el anaquel y no pareció escuchar en la mujer, que  reclamaba  su atención en baja voz.
Ella decidió esperar  un tiempo prudencial, considerando que el mozo acabaría de un momento a otro y advertiría por fin su presencia, al girar su cuerpo.
Nunca había frecuentado ese bar, ni ese barrio, simplemente sus pasos la habían llevado allí, hasta que se agotaron.
Continuará...


* Mi sueño *

Lentamente el día se extingue, desgranando primoroso sus últimos instantes y se transforma en  lánguida  noche, al amor de mis silencios.
Las sombras se reordenan dócilmente, tras las estrellas que tintinean jubilosas, salpicando el cielo.
Y vuelvo a pensar en ti, en aquella  sonrisa que no supe descifrar.
Rememoro de nuevo tu mirada perdida en la nada y tu mano diciéndome adiós, cuando te alejabas para siempre.
Cuento una a una las caricias que no te entregué, que esperaban el milagro de tu amor.
Pensé en pintar de muchos colores tu cielo y tu mundo y no lo hice.
Quise sitiar tu razón con mi mirada, pero no encontré mi primer paso con el tuyo.
Planeé embaucarte con mis besos sabios y acurrucarte en mi regazo, con mis susurros quedos, pero se rindieron cobardemente a mi sigilo.
Solicité al crepúsculo enmudecido, tu presencia indiscutible en mi universo verdadero, una y mil veces. Intenté convencerte a mi manera, en mis sueños de mujer enamorada.
Inventé en mi delirio mil caricias en tu piel, la recorrí con las yemas de mis dedos y puse rumbo a tu locura.
Quise saborear la miel de tu certeza en mi agonía y conquistar el reino de tus besos.
Ser tu reina esta noche y todas ellas, pero sólo eres mi sueño, sólo eso.





24.3.11

* Página en blanco *

Cuando me apetece escribir, en mi página en blanco, trato de plasmar mis sensaciones, con tinta de violetas, en primera persona o en otra distinta.
No soy amiga de reclamar el juicio de nadie sobre mí misma, soy como soy, lo digo muchas veces.
Tengo un tiempo relativo y la inspiración a veces viene y otras se va de vacaciones y vuelve cuando quiere.
No soy mujer de grandes preocupaciones, la vida es tan sencilla como quiero que sea.
Me espera cada día y me sorprende con su miel y su veneno.
Para la miel que me ofrece, tengo un corazón sensible y tierno.
Y si veneno toca, sé beberlo, sin paladearlo demasiado, aprender de la experiencia y seguir caminando con una sonrisa en mis labios.
Prefiero el día a día, a los planes que pueden realizarse más adelante, si todo sale como esperaba.
Me gustan por igual los días lluviosos que los de sol radiante. Unos y otros tienen mucho que decirme, a su manera.
Me enternece, como a muchos, la mirada de un niño pequeño, su llanto incluso, tiene una belleza  en mis oídos y me traslada a tiempos pasados, cuando mis hijos eran pequeñitos.
Me subyuga contemplar cualquier paisaje que me brinda la vida, sin las prisas  que nos empujan a pasar de largo, con los ojos cerrados.
Mi ventana, abierta de par en par,  me ofrece cada mañana mil motivos, para disfrutar sus colores, aromas y sonidos variopintos.
Cualquier pequeño detalle llama mi atención y me traslada con dulzura, a pensar cosas más profundas, a lo que percibo con mis ojos.
Soy una soñadora y me encanta serlo, con vuelo de ida y vuelta a la tierra que me dio la vida.
Me gusta amar y ser amada, a partes iguales. Nadie por encima del otro.
El amor es cosa de dos, juntos y para siempre.
Necesito la música en mis escritos que os ofrezco, como apoyo esencial, para contar lo que se me ocurre  en ese momento.
La vida es para mí,  preciosa, desde la serenidad con que la saboreo.
Es así y más cosas, es todo y mucho, sentirme viva y dichosa.
Darme gracias a mí misma, con o sin espejos. A los demás, con mis detalles, porque quiero.
Por ser como soy, por cómo me hice a mí misma.
Por cómo me ven los demás desde su lado y me valoran. Por la amistad maravillosa de muchas personas.
Así quiero ser yo, como ser en acto, seguir avanzando con alegría, en mi senda de la felicidad.











23.3.11

* El color del viento *

¿De qué color sería el viento si pudiéramos pintarlo de colores?.
Tomaría el verdor de las hojas brillantes, cuando se cuela entre unas y otras y las obliga a un vaivén suave.
Tal vez un azul  de espuma blanca, como el agua del mar, antes de confundirse con la arena y extenuarse entre sus granos.
Y si fuera dorado, sería como el primer rayo del sol, rompiendo la noche en dos mitades, me encantaría reconocerlo en cada amanecer.
Si eligiera el rojo carmesí, cuando reposa entre los pétalos de las rosas,  me arrebataría su aroma.
Decidió no tener color, ni rostro, ni voz y hacerse invisible, para ir y venir a su antojo, a cualquier hora.
Subir hasta las nubes  y empujarlas a otros cielos y volver a donde yo estoy.
Sé que vuelve,  lo siento en mi cara cuando pasa sigiloso junto a mi ventana, cada mañana que lo espero.
Viene fiel a nuestra cita y me susurra al oído sus buenos días. Se vuelve a cualquier rama a curiosear lo que acontece de nuevo y me lo cuenta despacio, sin palabras.
Me ha dado una alegría al darme una noticia , que esperaba con verdadera ilusión, aún cuando mis esperanzas eran  bien pocas.
Los árboles, dormidos desde el otoño, los de mi jardín, han reverdecído mientras yo dormía.  La vida ha brotado en sus ramas, podadas hace muchos días.
Minúsculos brotes, verdes como el trigo verde, despuntan ya, rompiendo la seriedad de su corteza marchita.
El viento amable  me ha traído otro regalo anhelado esta mañana, aquel que tanto extrañaba, como parte de  mi diario.

¡Los gorriones, mis gorriones han vuelto, ya tienen nueva posada!.






22.3.11

* Gabriela *

*  Gabriela *
Todavía me pregunto, si una niña que está por llegar al mundo, llamó a la puerta de la vida ya o aún no es su hora.
Tiene nombre propio, precioso y rotundo, Gabriela.
Desde hace algunos meses, su abuelita, con nombre de flor silvestre, lo aplaudió nada más oírlo, en los labios de su hija.
Espero con ilusión, el alborozo de su llegada, al regazo de su madre, desde mi lado, lejano.
Cuento los días, uno a uno y me parecen muchos, aunque el número que resta, es pequeño ya.
Será de piel sonrosadita y suave, estoy segura de ello.
Tendrá unos grandes ojos, para mirar el mundo y aprender tanto y todo.
Su boquita tomará el alimento de la vida, del seno de su madre.
Aprendera mil y una sonrisas, mientras crece deprisa y sana.
Su belleza acompañará a un alma primorosa, esculpida con mimo, por todos los que la adoran.
Falta poco, lo sé, aun duerme en su morada, en silencio.
Se acomoda ya para el gran esfuerzo, junto con su madre y nacer.
Cuento las largas horas que restan, para que la niña bonita, venga por fín a la vida.
Y mi mayor deseo de todos es,  sólo uno: que esa niña que tantos esperamos, anuncie ya su llegada.







* No estés triste, amiga *

* Mi amiga y su papá *
Y su voz se calló,
un día para siempre,
se rompió tu alma en pedacitos,
se fué su alma y su cuerpo,
pero sus memoria y sus risas,
te las dejó para siempre.
Fotos, recuerdos, olores,
frases, palabras, pensamientos,
guardas con mimo en tu corazón.
Te dejó su vida entera,
su saber y sus consejos,
a tu cuidado y para siempre.
Te espera en ese lugar,
su remanso  dulce y eterno,
sin duelos y con paciencia.
No estés triste, amiga,
tu padre no está sólo,
te contempla desde el cielo.
 Te adora, porque te ama,
te quiere porque te espera.




* Vuelve *

Vuelve que te extraño todo,
ven que me haces falta,
sube a donde te espero,
bajemos a ese mar profundo,
solos tú y yo,
ríe conmigo, amor
y enséñame tu alma.
Despliégame tu voz,
susúrrame al  oído,
díme que me extrañaste toda
y envuélveme con tus abrazos.
Ven de nuevo, como siempre,
ven ahora a mi regazo,
dáme ese cobijo que me falta,
bésame con tu ternura,
ámame despacio.
Caldea mi alma huérfana,
dále calor con la tuya,
ven, abraza mi corazón,
y descúbreme despacio.
Ámame, amor,
quiéreme, que yo te adoro.




17.3.11

* Japón nos necesita *


Hoy me levanté triste, me puse a leer nuevas noticias de Japón y seguí triste, pienso en las gentes que no lo tienen todo como yo.
Mi casa, mi hogar está a salvo, mi vida discurre tranquila y paso a paso, mi alimento está asegurado.
Y, hay tantos que perdieron tanto, entre las negras aguas, que asolaron sus presente y  su todo ya es nada, para siempre.
Una ola inmensa y maldita, quebró vidas de niños inocentes, de madres hacendosas, de viejos cansados, de jóvenes con sueños y no quedó nada de todo eso.
Mi pensamiento preocupado no tiene paz desde ese día y quiero hacer algo más, que encogerme de hombres y tomar un café caliente, en mi cómodo sofá, con  suspiros de impotencia...

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15.3.11

* Sin respuesta *

Hoy estoy un poco intranquila, no oigo cantar a mis queridos gorriones, como antaño.
A pesar de que la primavera ha dado muestras de sus primeros brotes verdes en otros árboles, los míos, los de siempre, parece que no quieren reverdecer todavía.
Cada día,  me acerco a ellos y miro, uno por uno, si hay alguna señal de la vida.
Corrió por sus venas la savia que diera verdor a sus ramas y hojas, antes de que el invierno con sus fríos, lo desnudara por un tiempo.
Mis gorriones hacían allí primorosos nidos, con ramas secas, encontradas aquí y allá.
Tejían con paciencia el nidal, en las ramas tan robustas y seguras.
Sería el asilo y hogar de sus huevos azulados y tan frágiles, que jamás toqué, por miedo a romperlos.
Un día de Febrero, podaron sus ramas,  sin aviso. Todas ellas, sin piedad y sin talento alguno.
Los pajarillos que buscaban sombra y refugio  en ellos, se fueron volando muy deprisa, antes  que las ramas cayeran, vencidas por la sierra mecánica y su estruendo.
Los nidos de mis gorriones, casi a punto para la puesta  venidera, desaparecieron  y rodaron con  las ramas inertes.
Llegué tarde, no pude hacer nada por rescatar a uno sólo de los nidos, aquella mañana de Febrero.
Y aquellos árboles, sin ramas que extender al cielo, agonizan ahora en mi jardín, huérfano de pájaros cantores, tratando de renacer y sobrevivir, como cada primavera.
Echo mucho de menos a mis gorriones. Se fueron y me hacen falta en mis mañanas.
Presumo que tardarán en volver, mientras el árbol no recupere su verdor y sus ramas para hacer sus nidos, no volverán.
No los encuentro, ni sus nidos, ni sus trinos sin descanso.
La primavera llega en unos días, como una jovencita presumida a mi jardín.
Cuando golpee mi ventana, con sus pétalos de mil colores y  pregunte  por los gorrioncillos, ¿qué le digo?.




14.3.11

* ¿Qué sabe nadie? *

¿Qué sabe nadie de quien os escribe en esta hora  que aparezco?.
De cómo ando por la vida, de si me río poco o mucho y mis motivos o mi suerte.
De los sueños que construyo, uno a uno, cuando quiero o cuando puedo.
¿Qué pensamientos  y emociones sé escribir  y transmitir y cuales callo porque quiero?.
¿ Qué sabe nadie si me gusta sumergirme en un abrazo, sin moverme tan siquiera del regazo?.
¿Qué  leen, que me enjuician, sin mirarme a los ojos, algunos con la ironía que abanderan como justa?.
Por qué, cuando mis letras se unen, a veces, resultan bonitas y elegantes, como yo las prefiero siempre.
¿Por qué murmuran de mí?. Si no saben cómo sueño, ¿por qué lo hacen?, ¿con qué motivo?.
Qué saben de mí, que cuentan mis secretos de otro modo, añadiendo e inventando con malicia.
Qué daño hago a nadie yo, con mi forma de escribir, desconociendo que no pueden lastimarme, porque me río y no me duele nada.
Por qué no tratan de entenderse a ellos mismos y se ponen  a ordenar sus vidas y fracasos.
Qué saben de mí, si no conocen ni mi voz, ni mis ilusiones.
Menos aún,  saben lo que me quita el sueño o me hace llorar, cuando me pongo triste. Si me entrego, por amistad y no otra cosa, lo hago sin interés o beneficio.
Qué sabe nadie, si me gusta el rosa de las flores o el azul del cielo cuando toca.
¿Qué sabe nadie de la mujer que hay en mi?.
Pienso distinto o parecido a otros y me interesa lo que dicen.
Respeto todo lo que lo merece, con sus razones  y si no me convence, me doy la media vuelta y busco otra salida.
¿ Qué sabe nadie de Inés?.
¿ Por qué me inventaron amores que no existen, ni existieron?.
¡Por qué ando de boca en boca de alguien  aburrido, si no lo necesito!.
Nadie sabe apenas  nada de mí, sino lo que lee.
Mis sueños son de colores diversos, entre risas, sonrisas o silencios bellos.

¿Qué sabe nadie?.

* Dedicado a todas las personas que son auténticas  *


Nota: 
Todos nos hemos sentido así, alguna vez en la vida.
A mí, no me sucede ahora, simplemente se me ocurrió escribirlo.
No os preocupéis, estoy estupendamente.







10.3.11

* Mi primavera *

* Mi primavera *
Desde que el mundo es mundo y el hombre hiciera su aparición en él, necesitó expresar lo que no entendía, con representaciones mitológicas.
Su necesidad de plasmar con mayor o menor acierto, lo que sus ojos veían y su mente no comprendía, le llevó a idear de mil maneras, el sentido de la primavera.
Poemas, canciones, pinturas y grabados. Representaciones, ofrendas primorosas a los dioses o a una amada, tenían un denominador común, el nacimiento de las flores, el resurgir de la vida casi de la nada y la victoria de la vida ante la muerte.
Se alejaba el invierno, tiempo de quietud, frío y tierras yermas y la madre naturaleza renacía con ímpetu renovado, para dar vida a la tierra adormecida.
El despliegue de colores casi olvidados en el invierno gris, retoñaban al amor del astro rey y  revestía con  una belleza increíble el manto de los campos, valles y montañas.
Nuestro ánimo, al llegar la primavera, se contagia subyugante de su alegría y vitalidad.
Los aromas suaves del campo, al contemplar la grandiosidad de la escena, en un paseo sin prisas, nos invitan a desear que el tiempo no transcurra y acomodarnos en tan sutiles fragancias.
El verde brillante que tapiza sus campos y la frescura de los pétalos en flor que engalana la vista, nos atrae irremediablemente a su regazo.
La calidez de los rayos del sol templa nuestra piel y le regala un tono dorado, embelleciendo nuestro cuerpo y nuestros días.
Tomamos prestadas todas sus tonalidades, para hacer honor a su llegada y adornamos nuestro espíritu y nuestro semblante, un poco más.
Muere el invierno, triste y taciturno y renace la primavera con prisa y alborozo.
Primavera de todos, cada uno a su aire y color, se apuntan  siempre, sin pensarlo dos veces.
Renacer como ella, en eterna primavera.
Saborearla día a día, tomar su sol en mi rostro.
Disfrutar sus flores y frutos jugosos, contagiarme con su alegría.
Escuchar  emocionada el murmullo de los ríos y  los trinos armónicos de los pájaros que adoro.
Contemplar cómo nacen, por fin, minúsculos  brotes verdes, en árboles adormilados.
Así es mi primavera, año tras año.
Me encanta toda ella y llama ya riéndose, al cristal de mi ventana.
¡Acude, por fin, a la anhelada vida de mi vida!.

 "Mientras haya primavera, habrá poesía". Gustavo Adolfo Bécquer.
* Dedicado a Margarita, con todo mi afecto y admiración. *

9.3.11

* Soy mujer *

¡PODEMOS!
Muchas veces pienso en qué nos diferencia a hombres y mujeres, mirando a mi alrededor, en un sitio cualquiera.
Contemplo con disimulo, gestos de uno y de otro, juntos o por separado, no elijo edades, todas me sirven.
Menos aún, me llama la atención la posible estabilidad emocional de las personas , puesto que sin conocer, seguro que me equivocaría en mi juicio, llamémosle visual.
Pero unos y otras, a veces alimentan esas pequeñas diferencias, con la educación y costumbres que llevan a gala.
Aparentemente son similares, pero en el interior son tan distintos, que  ello se trasluce a sus actos diarios.
La mentalidad, la educación y la sociedad influyen sobremanera, en que las personas tengan o tengamos unos comportamientos determinantes y determinados.
Me pregunto: ¿qué nos diferencia?.
Todos tenemos las mismas manos, más o menos torpes y en conjunto disponemos de tiempo parecido  de asueto.
Todos comemos y manchamos y también todos amamos o lo intentamos, ¿qué nos diferencia?.
Alguien escribió acertadamente que, somos esclavos de nuestros padres y  de nuestros hijos, en el sentido  generacional, así pues, vivimos en función de unos y otros.
Para nuestros padres, la mujer  y las hijas eran las encargadas de la casa y su funcionamiento a buen ritmo, sin sueldos, ni protestas.
Para nuestros hijos, somos el espacio donde estar esperándoles, sin sueño, ni lamentos, para cuando se nos llama, o se nos necesita.
Pasamos de la "sumisión" a nuestros mayores, por amor y respeto, a la dedicación y adoración de nuestros hijos, sin saber apenas qué es eso del espacio personal.
Nací mujer, es decir, nací con un hándicap social, respecto al hombre y no lo entiendo, en absoluto.
Por mi condición maternal, las tareas de crianza  me corresponden, sí o sí y el ingenio para desdoblarme y trabajar, educar, criar y mantener una casa con orden y concierto, me hacen pensar qué tengo yo que no tengan ellos y por qué sé, si no es tan difícil serlo.
No soy de renunciar a mi igualdad evidente, pero no soy tampoco de andar todo el día de protestas feministas hogareñas, que crean un malhumor evidente en los distintos a mí.
Cada cual, hombre y mujer, elige su sitio en la vida, su futuro y las condiciones para vivirla, van viniendo . Por amor, conveniencia o ambas cosas.
Ayer fue el Día Internacional de la Mujer, pero para mí fue un día igual a otros.
No lo digo con pena o desgana, no.
No fuí ni más mujer, ni menos que los otros días restantes. Nadie me felicitó tampoco, qué alivio.
Quise que fuera distinto, eso sí y estuve observando  con interés, cómo son y como actúan  los que no tienen la suerte de ser como yo.
Saqué una conclusión clara: Yo sí sabría, de poder serlo, hombre.
Los roles no nos vienen con la cuna, absorbemos de nuestro entorno actitudes comportamentales.
Cedemos  o robamos espacios por cariño, amor o egoísmo.
Y a veces, negamos o niegan lo esencial: el respeto y la generosidad, para con el otro.
En definitiva, hombre y mujer, iguales pero distintos, somos personas, cada uno con lo suyo.
A mí me convence más ser Mujer después de todo. ¡Me encanta serlo!.




4.3.11

* Mi otoño *

A estas alturas de mi vida, en el otoño me contempla desde lejos y me viste con su paisaje de luces doradas.
Me engalana con tantos recuerdos guardados en el arcón de mi memoria, de todos los matices y colores del arcoíris, que pierdo las cuentas cuando trato de ordenarlos.
Impregnados con sabores tan dulces, como la menta fresca  y la miel de caña. O tan amargos como la hiel, que no me gusta ni recordar, ni saborear un sólo instante.
Mi otoño, el de mi rostro, corresponde al de mi corazón, no es ni joven ni lozano ya, pero tampoco está marchito ni deja de sonreír, aunque llueva afuera.
Procuro el sosiego dentro y fuera de mi alma, con  la forma más sencilla que rebusco en cada cielo, de día o de noche.
Cuando lo hallo, lo tomo suavemente entre mis dedos, le sonrío con dulzura y me lo quedo.
Lo acojo en mi seno, junto a los latidos de mi corazón y lo  acuno, como si de un niño se tratara.
Quiero ser un otoño que pasa de puntillas por la vida, como la brisa que se cuela entre unos visillos de cualquier ventana.
Necesito el aire nuevo para respirar, cada día de los que me quedan.
Busco el mar, para soñar cuando me apetece, entre las olas que van y vienen, dibujando locas burbujas de espuma blanca, en la arena que lo abraza.
Sueño cada día un poco, entre el ir y venir de la gente, que apenas se fija en mí.
Hablo en voz baja conmigo misma a menudo. A veces, incluso me riño, si me pongo altanera o si me enojo.
Trato siempre de dejar una huella amable de mi paso, para cuando me haya ido.
Y cuando mi voz se calle para siempre, Inés, la mujer que hay dentro de mí, se irá al país de los sueños.
Allí nací un día, sin pensarlo, sin saber y sin querer.
Volveré allí, donde el silencio es sólo eso silencio y nada más.
Y volveré para quedarme para siempre. 






1.3.11

* La vida *

Hoy regreso a mi rincón, después de unos días de silencio  y descanso elegidos.
A veces me voy y  no aviso, de paseo por la vida.
Vuelvo con más recuerdos bellos, que caben en mi baúl de ilusiones.
Vengo con una sonrisa nueva dibujada en mi alma. Con mi corazón sereno, el de siempre, pero distinto.
Siento como la vida avanza  a mi lado y me besa en los labios, suavemente, cuando se detiene y me mira de reojo.
Mi mano está entrelazada a la suya, sin más sonidos que mis pasos a su lado.
Y los vientos que nos mecen y traspasan, son brisa suave y días claros en el camino acertado.
El libro de mis sueños, escrito en hojas suaves, tiene muchas páginas felices, un prólogo breve y leal y días que aún no nacieron.
Mi escuela es un café recién hecho, con azúcar de sonrisas y cucharita de plata.
Me siento en buenas manos, con los abrazos que no puedo ver, pero que inundan mi alma.
Y me gusta la sensación que se despliega, cuando escribo o llaman a la puerta de esta vida de mi vida.
Saben a regaliz y a vainilla, otras veces su sabor es de algodón de azúcar, en la feria.
Huele a brisa fresca en el mar con sus olas, a azahar y rosas en primavera, a perfumes delicados.
Por eso vuelvo aquí, fiel a mi compromiso y siento tanto y tan bello.
Me siento feliz, como cuando corría sin parar cuando era niña. En  un parque cualquiera, en un domingo sin prisas por comer, vestidita de paseo.
Y con esta sensación tan preciosa, con mis cosas,  que son vuestras, me siento dichosa  y sonrío ahora.

* Dedicado a mi amiga Marieta *