17.12.10

* Cati *



Cuando una amiga nos deja, sin despedirse, nos quedamos vacíos de ella, huérfanos para siempre, con las manos vacías.
El golpe de la noticia es seco y contundente y nos inunda una tristeza, con regusto a amargura.
Las preguntas se agolpan, nadie las responde, ya no está la amiga.
Se tuvo que ir, quería descansar sin preguntas ni dolores, en el edén que la esperaba con los brazos abiertos.
Una amiga de corazón, cuando muere, no se extingue, sólo se vuelve estrella y brilla para siempre en la noche de nuestra memoria.
Permanecen sus palabras, sus risas, sus silencios, sus esperas, sus miedos, su dolor, su esperanza, sus creencias y su ejemplo de vida.
Faltan sus abrazos, su voz, su coche parado, mirando al mar sin palabra alguna, solos ella y la inmensidad del océano.
Quedamos quienes la quisimos, como persona y amiga.
El mar y yo, el cielo y yo, no seremos ya los mismos, nunca.
Te fuiste, Cati, de puntillas, como un ángel, porque era tu hora, lo sé.
Te buscaré como siempre, en el cielo de mis días, donde una estrella tiene ya tu nombre propio.
Me acomodaré a tu lado, colgada del cielo y te seguiré contando, como siempre hicimos juntas, mis cosas.
Hay cosas que no entiendo de la vida y de la muerte y una de ellas es que nos dejaras tan pronto.

Donde quiera que estés amiga mía, cuida de mí y no te alejes nunca.
Un beso, Cati.

1 comentario:

  1. Me uno a ti en este homenaje tan bello a la amiga que se fue.
    Besos
    wpaa.

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