20.4.11

* Mediodía * ( 10 )

Celia sintió la suavidad de los labios de Tomás en los suyos y respondió con total entrega, venciéndo sus reservas.
Un beso entrelazó al siguiente, abrazándose, mientras despertaba la pasión dormida en aquellos jóvenes.
Tomás sentía sensaciones maravillosas y desconocidas, saboreando la ternura del alma de Celia.
Ella musitó en un susurro su nombre y ello le conmovió y alentó para seguir avanzando en el baile del amor.
Los tobillos  de Celia empezaron a flaquear, con cada beso más intenso.
Su boca era jugosa y cálida y se sentía flotar como una pluma. Su cuerpo reclamaba ser amado, no podía resistirse mucho más y su voluntad le íba abandonando, en cierta modo.
Él la miró muy profundamente y Celia supo qué quería decir con aquella mirada sin palabras.
Se deseaban el uno al otro, de un modo bello y natural, como la primavera necesita  la fragancia de las flores para existir.
Tomás le llevó de la mano hasta la alcoba, entreabrió las puertas correderas de caoba y la tomó en brazos, antes de pasar adentro.
Celia le besó tiernamente y se agarró a su cuello, hasta que él la puso delicadamente a los pies de la amplia cama.
Tomás le preguntó: -Celia, ¿estás segura de ésto?, aún podemos parar, si quieres tú.
Celia le respondió: - Quiero Tomás, lo deseo tanto como tú.
Tomás le sonrió y le susurro: -¡Eres...maravillosa, Celia, te adoro!.
Se amaron suavemente y sin prisas, descubriéndose en el calor de la piel y el perfume de sus cuerpos ya desnudos.
Se fundieron el uno con el otro, la ternura les llevó hasta su éxtasis, con una mezcla de pasión y desesperación por ser uno sólo, mientras la tarde agotaba su luz natural, detrás de las cortinas de satén quebrado, en tono crema tornasol .
Se miraron a los ojos, hasta el embeleso, mientras se acariciaban en silencio, ya relajados entre las sábanas revueltas y el sueño les rindió, abrazados como estaban.

Continuará...


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