29.4.11

* Mediodía * ( 16 )

Celia era casi feliz, la maternidad de su hija había cambiado su vida, pero extrañaba  mucho a Tomás, sus besos, su mirada y su sonrisa.
¿Cómo olvidarlo, si aquella pequeñita era el vivo retrato de su padre?. No podía, ni tampoco quería.
A veces, sollozaba en silencio, apretando contra su pecho a Ana. Le torturaba la idea de que Tomás ignorara que la niña, fuera el fruto de aquella tarde de pasión y sentimientos desbocados.
No sabía ni cómo,  ni dónde buscarlo, para que al menos, supiera de la existencia de la nenita, su hija.
A veces, quería salir corriendo a aquel parque, con la esperanza de encontrarlo y contarle cómo habían sido las cosas, pero temía acrecentar su dolor, si no lo encontraba.
Nunca más había vuelto a aquellos jardines.
Con el susto de la enfermedad de su madre, su lenta recuperación y el embarazo, todo se complicó y vivían algo alejadas del lugar.
A pesar de la dulzura y el amor que sentía por Ana, cuando aspiraba en su piel de terciopelo, la  fragancia de  flores y limón, con la que perfumaba a su hija tras el baño, un resquemor arañaba el  corazón de Celia, día tras día y noche tras noche.
La prudencia de su madre era evidente y guardaba silencio, evitando nombrar al padre de su nieta y cuando comparaba los rasgos físicos  de su nieta, lo hacía con los de su hija.
Celia tenía ratitos de tristeza, su madre no era ciega y su mirada se abstraía en el infinito, con el azul de los ojos de Ana, tan iguales a los de su padre.
No había duda que pensaba en él, porque sus ojos se volvían del gris de las nubes cuando llueve y aguantaba arrasar sus ojos de lágrimas.
Los balbuceos de Ana, lograban sacarla de su añoranza y Celia se comía a besos la carita tersa de su hija, con mil carantoñas y besos.
Había decidido dejar las cosas como estaban, no por cobardía, sino por las responsabilidades que tenía: el trabajo, la maternidad y los cuidados de su madre.
No podía abandonar su presente y emprender la búsqueda desesperada de Tomás. No era el momento.
Habían pasado muchos meses y no sólo no dejó de extrañarlo, sino que un sentimiento dulce  fue creciendo lentamente en su callado corazón, a la par que la princesa, a la que dieran vida  juntos, en su vientre de mujer.
La realidad era que  amaba a Tomás.
Casi desde el primer beso, sintió por él algo más que ternura o deseo, era más, mucho más.
Con el tiempo se fue dando cuenta, de que él había conquistado su corazón de mujer,sin proponérselo y sin embargo, la vida los había separado de esa manera.
Muchas veces pronunciaba su nombre en sus pensamientos de nocturnos, cuando la casa ya estaba en silencio y Ana dormía como un querubín.
Se abrazaba a su almohada y toda aquella tarde de besos y pasiones  con Tomás, despertaba de pronto en  su cabeza.
Volvía a extrañar sus labios, su cuerpo y su entrega y le torturaba no saber nada de él.
Ninguno de los dos sabía que, cada noche y  fielmente se entregaban al mismo pensamiento, no olvidarse, porque se amaban.

Continuará...




2 comentarios:

  1. y ¿porque no hacian nada? grrrrrrrrrrr. besos

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  2. Ya está Chus impaciente, jajaja (yo también pero no lo digo).

    Besos

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