24.11.11

* Contrapunto ( 7 ) *






Irene sintió varias sensaciones  dentro de sí misma al contemplar a aquellas señoritas detrás de los cristales. Primero una pueril curiosidad, mezclada con  la lógica sorpresa por la picardía con que mostraban sus voluptuosos cuerpos a los viandantes. Luego una indignación creciente, como mujer que era, al escuchar los comentarios soeces de un grupo de hombres dirigidos a las trabajadoras del sexo, que no dejaban de sonreír tras los cristales del escaparate.
Samuel viendo que Irene estaba  muy nerviosa, le ofreció su brazo, en señal de protección y le dijo tuteandola: 
- ¡ Irene agarrate a mi brazo, conmigo nada te pasará!.
Ella accedió con gusto a refugiarse en él y decidieron perderse por las calles silenciosas y abandonar aquel singular espectáculo.
Irene se fue relajando poco a poco, mientras observaban a su paso los grandes ventanales de casas y familias viendo el televisor o cenando, sin inmutarse al ser contemplados por la pareja.
Samuel notó que ella estaba cómoda y se sorprendió de que ella se parara un momento y le diera las gracias emocionada. Mirándole a los ojos le tuteó también y en baja voz le dijo:
- ¡Samuel, gracias por sacarme de aquel horrible mercado de carne, es denigrante!.
Le acarició su brazo con la otra mano y dibujó en su boca una preciosa sonrisa, mientras le decía:- Eres todo un caballero, Samuel.
No se habló más del incidente en el paseo  que continuó por pequeños puentes, mientras contemplaban las luces, reflejadas en las plácidas aguas de los canales camino del hotel.

Instintivamente, se dirigieron al mismo tresillo de la noche anterior, pero ella se sentó esta vez a su lado, mientras se quitaba el abrigo de lana beige y lo dejó sobre el respaldo, junto con su bolso de piel marrón.
Irene puso su mano sobre la de él y le preguntó:
- Samuel, sinceramente...tú, como hombre...¿ te sentiste atraído por esas chicas?, ¿ harías el amor con una de ellas?.
Él puso su mano sobre la de ella y contestó:
- ¡Definitivamente no!.
Como varón que soy, una mujer apetecible puede atraerme sexualmente, claro que sí,  pero mi razón  me permite controlar esa atracción, anularla y seguir mi vida.
¿Sabes Irene...?. Me pregunto qué razones llevarían a esas mujeres a hacer eso, qué pensarán ellas mismas o sus familias del asunto. Alguna de ellas podrían ser mi hija, las había muy jovenes y me moriría de pena si mi propia hija, acabara de esa manera.
No creo en absoluto que ninguna de ellas tenga vocación de prostituta, por mucha libertad y derechos ciudadanos que haya aquí, en Holanda. Pienso más bien que lo hicieron por necesidad, por desgracia o inducidas por otras personas.
Irene, de pronto, entristeció el rictus de su cara y agachó la mirada, sus ojos se humedecieron y musitó entre sollozos:
- Sabes...Leo, mi esposo, hace tiempo que me es infiel, me quiere mucho sí..., es encantador con los niños, pero creo que tiene una enfermedad que le hace ser adicto al sexo. Estoy casi segura de ello...
Samuel, el protector de su siempre amada Laura, pasó su brazo sobre los hombros de aquella mujer vulnerable y llorosa y dejó que apoyara la cabeza sobre su hombro, en silencio. Ella necesitaba amparo y tomó las manos de él,  las necesitaba para seguir contándole su historia.
- Todo empezó con mi primer embarazo y por casualidad, me enteré de que tenía una aventura con una compañera de trabajo. Yo era tan ingenua entonces que pensé que él, tan guapo, tan fogoso y con tanto éxito entre las mujeres, necesitaba un desahogo que yo no podía darle en aquel momento, que sería sólo un capricho y volvería a mí.
Samuel dejó que hablara, parecía necesitarlo y ella prosiguió, algo más serena:
- ... Aunque tenemos relaciones íntimas frecuentes y muy satisfactorias para ambos, he visto sin querer cosas que me hicieron sospechar de él. Regalos que nunca recibí yo, facturas de hoteles, tickets de dos equipajes a su nombre, cuando volvía de un viaje de negocios.
Contraté los servicios de un detective privado, incluso le seguí a escondidas y... le vi. Mis ojos no me engañaban, Samuel. 
Sale con mujeres dispares, ejecutivas, camareras, secretarias, incluso con alguna amiga mía; casadas, divorciadas, solteras... Sé que no repite más allá de dos o tres citas con alguna de ellas, pero la lista se hace interminable y yo... callo y... sufro en silencio porque temo que nos abandone. Creo que sólo es por su adicción al sexo y que su único amor soy yo, pero tengo miedo que un día se enamore de una de ellas.
Samuel le escuchaba muy atento y sólo acariciaba suavemente las manos de Irene, en un gesto protector y respetuoso, como si de un hermano mayor se tratara.
Irene continuó con su confidencia:
- Hace un mes le vi con una chica muy joven, con pintas de drogadicta, me volví paranoica y me hice análisis de sangre, pensé que podía contagiarme alguna enfermedad. Afortunadamente todo salió negativo, pero no estoy tranquila y no sé si podré soportar esa situación mucho más, por mucho que me engañe a mí misma.
Por eso, Samuel... sentí escalofríos, pensé que él podría ir con prostitutas como las que vimos antes y me he sentido mal, muy mal.
Él le acarició con ternura su cabello, tranquilizándole y después de un rato en silencio, Irene dio por concluida aquella confidencia.
Respiró hondo y sonrió como una niña pequeña, cogió su bolso, tomó un pañuelo de su interior y se secó suavemente los ojos.
Se levantaron del sofá, se hacía tarde y estaban muy cansados.
Samuel le dio las buenas noches, tendiéndole la mano, pero Irene se fundió en un abrazo silencioso y él le correspondió besándole en ambas mejillas.

Había sido un día lleno de emociones, florecieron lozanas todas ellas, como florecen cada día los tulipanes en Holanda.

Continuará ...







7 comentarios:

  1. Vaya una prenda de marido que tiene, con alguien así está más que cantado el fracaso, aunque sólo sea por una cuestión de dignidad.

    Muy buena la crítica sobre la prostitución que, en boca del protagonista, has introducido en el relato.

    Besos

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  2. ¡Sencillamente precioso!
    Una historia muy particular, espeo impaciente la continuación.
    Saludos.
    Salvador

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  3. Bello e interesante relato,lleno de dulzura,ternura y sinceridad.Noto que los sentimientos se expanden explotan rebosantes de fuerza. Se narra de una manera maravillosa el sórdido asunto de la prostitución. Se profundiza sobre las actitudes de una persona que dolorida piensa en ese trasunto que provoca que una mujer se dedique al oficio mas viejo del mundo. Todo ello para desembocar eu un profundo drama de una mujer enamorada que no sabe que actitud tomar con su esposo pues lo ama profundamente. Éso dice su corazón,pero su cordura y su manera de ser lo impiden seguir en esa situación. Su desespero le lleva a contárselo a un extraño en busca de un apoyo moral que necesita y un refugio donde sus sensaciones sean tomadas de un modo correcto. Inés de verdad me encanta el relato pero mucho mas su desarrollo. Espero con ansiedad la continuación. No tardes

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  4. No salen mis comentarios, es el tercero que dejo en este escrito.

    Besos

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  5. María ha dejado un nuevo comentario en su entrada "* Contrapunto ( 7 ) *":

    ¿Dónde está mi comentario?, me tiene Google de los nervios, me los borran después de haberlos visto publicados o me los pone como spam.

    Besos

    Publicado por María para * Cosas nuestras * a las 24 de noviembre de 2011 18:02

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  6. La historia promete y se complica el resultado, jajaja, besos milllllllll

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  7. Una preciosa historia, José, donde se mezclan las sensaciones y los celos, el amor y la locura, con la sensatez en persona.Esperamos la continuación. Un fuerte abrazo.

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