25.4.11

* Mediodía * ( 12 )

Celía caminaba con paso ligero, por la planta cuarta del hospital, mirando las placas con sus números, sobre el dintel  de las habitaciones.
Su corazón lloraba y deseaba saber de su madre, solo pedía  al cielo:
-¡Que esté bien, Señor, por favor!.
Llegó a la habitación que le habían indicado en recepción,  pero no conocía a nadie de los que allí estaban  y vió una cama vacía, junto a la de otra enferma, que charlaba con su visita en voz baja.
Buscó a la enfermera jefe y le preguntó por su madre, pudieron haberse equivocado abajo de planta o algo parecido.
Ésta consultó en la lista de planta y le comunicó a Celia que estaba en la Uci y que era mejor que hablara con el médico que la atendía.
Esperó a que el doctor acabara sus consultas en planta y esa misma enfermera, le dió  el recado de que Celia, su  hija, le esperaba muy alarmada.
El médico era un eminente cardiólogo y afortunadamente, estaba de guardia cuando la ambulancia trajo a la madre, con un dolor agudo en el pecho.
Su actuación tan a punto y sus extensos conocimientos, hicieron que el doctor salvara su vida, aunque su corazón  y su vida ya nunca serían los mismos.
La convalecencia  de la madre de Celia, fué larga y difícil. Se volcó de lleno en mimarla y cuidar su restablecimiento.
Adoraba a su madre y aparcó su vida, sin pensárselo dos veces,  día y noche a su lado.

Tomás se despertó con el sonido telefónico de la centralita del hotel , era el servicio de despertador, que había ordenado el día anterior.
Abrió los ojos lentamente y notó que Celia no estaba a su lado, cuando estiró el brazo para acariciarla.
Se extrañó al ver que no había nada suyo en la silla, tal y como ella lo dejara por la noche.
Se incorporó y se sentó al borde de la cama, mientras se íba espabilando.
Eran las ocho de la mañana y a las once tomaba un Ave para su  casa. Mientras se duchaba, desayunaba, abonaba la cuenta de su estancia y pedía un taxi,  se le harían las nueve y media, como poco.
Descorrió las cortinas crema atornasoladas y entró la luz inundando la habitación.
Así, descalzo buscó a Celia primero en un baño y luego, en el otro.
La habitación estaba silenciosa y ella se había ído. No le cabía en la cabeza qué pudo haberle pasado.
Una sensación de desesperación atravesó su pecho y se sintió muy solo, sin ella.
Reparó en el sobre y la flor, encima de la mesita, sacó  nerviosamente la nota y la leyó deprisa, una y otra vez.
Tomás todavía guardaba el perfume de sus besos, apenas unas horas antes, mientras se acariciaban con ternura y fueron uno sólo, con una pasión desbordante y dulce como la miel.
Aún sentía que necesitaba saber todo de Celia, de su rostro y de su cuerpo, de su vida y de sus ganas, pero ya no estaba ya, esa era la realidad  que le quedaba y ¡no la entendía!.
Se fué Celia y no le dejó nada más que su adiós y un beso, al lado de una flor.

Continuará...




2 comentarios:

  1. Ay qué interesante se está poniendo esto. Pónle un final romántico y bonito, anda guapa, que ya tiene bastantes problemas la vida.

    ¿Sabes que estás así muy en plan Danielle Steel y me encantas?. Este estilo te viene al pelo.

    Besos

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  2. Tambien opino que esto se pone interensante. un abrazo

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