10.12.12

* Un otoño distinto *





Llegó silencioso, sin alharacas, pero terminó por hacerse un hueco en nuestras vidas. Nunca fue su intención restarle protagonismo al verano, rey de la diversión, sino que esperó a que el desenfreno, el frenesí y la alegría se fuesen con la música a otra parte según iban transcurriendo los días.
En el paseo de esta tarde soleada y sin viento pienso, que más que la bajada de las temperaturas o de mojarnos sin excesivo celo, como si la crisis le afectase, han sido las plantas y los animales silvestres quienes, a la chita callando, nos han insinuado con su ausencia que aquí se hallaba. La algarabía de los pájaros se ha desvanecido tejiendo silencios y las flores, como los perfumes que exhalaron, evanescencia son.
Amarillas las hojas de unas viñas, cobrizas las que aún quedan sobre otras cepas, entregadas las uvas y, descansando ya como vino, en barriles de oscuras bodegas.
Treinta y siete pardales lo menos, cruzan raudos el cielo, escapando de una mujer que los ahuyenta con aspavientos y voces, por mermar la ración de pienso y granos destinada a sus pollos y gallinas.
No quedan maíces, ni castañas, ni por supuesto, nueces. No se ven ya moras, ni habas, ni manzanas. Ni peras. Sólo restan coles. Unas aquí y otras más allá.
Un hombre cargado de años trabaja en la limpieza y quema de la broza improductiva, crecida en su huerto durante los meses de estío y el tren de las 16.18 atraviesa por delante de la remozada estación del pueblo, moderando levemente su velocidad, sin mirar ni de soslayo.
El mar, poco más allá, semeja un espejo de plata. No tiene una sola quilla que le escriba una fugaz línea o le dibuje un trazo en su lámina de agua. Ni de madera, ni de poliéster ni tan siquiera de plumas, la quilla.
Bocanadas de humo incierto impregnan el aire con el olor de la maleza quemada, a más de cien metros de la lumbre del labrador. Chisporrotean laureles entre las llamas cuyas lenguas asoman de tanto en tanto, entre retorcidos brazos leñosos ennegrecidos.
Una paloma viene y una corneja se va. Otra escandaliza, rompiendo el silencio, desde lo alto de la desnuda noguera, mientras mis pasos se tornan ruidosos pisando las hojas secas caídas de unos plátanos, que decidieron no dar más sombra por este año.
Según avanzo, reparo en las fincas ocupadas por zarzas, perpendiculares a otras dedicadas al mismo abandono. Repletas de abrojos, espinos, tojos y algún pino mozalbete. Yerros herrumbrosos yacen donde hubo viñas, abrazados por las madreselvas, a los pies de postes pétreos. Cuánto trabajo se ha ido detrás de las manos que no ha mucho, azacaneaban esfuerzos al aguardo de los frutos.
Tras unas curvas del camino un acebo repleto de bayas rojas cautiva la vista. Acumula más frutos que hojas en el que dos mirlos se atiborran entre sus ramas. Uno escapa al sorpenderle mi presencia, dejando tras de sí un estridente aviso: " chi chi uí uí ". Entre tanta bermeja bolita contrastan dos parejas de limones, de un nítido amarillo chillón.
Un poco más allá, un herrerillo y un carbonero se dan un festín dulzón con la pulpa de unos anaranjados y maduros caquis. Otro mirlo, de pico anaranjado, se posa escrutador en lo alto de un muro. Tras unos segundos de inspección se interna entre los millares de bayas rojas. Seguramente es el mismo que se alejó hace unos momentos.
Al borde de las huertas florecen en los tendales de algunos balcones de los edificios, camisetas, jerseys, pantalones y calcetines. Todos de mil colores, mientras tres camelios esperan la ocasión para abrir sus flores.
Se han ido los jilgueros, los verderones, los vencejos y tampoco trisan ya, las pocas golondrinas que nos visitan. No hay saltamontes, ni frotan sus alas los grillos, ni tampoco quedan lagartos al sol.
Con la caída de la luz se han difuminado el humo de la hoguera, el labrador, las pocas gaviotas que estaban en la orilla e incluso el perro del hortelano pero, han vuelto los cólquicos, mataperros, narcisos de otoño o azafranes silvestres. Todos en uno. ¡ Delicados en su sencillez parsimoniosa !. Florecidos lilas sobre variados verdes.
Y en la misma calita, donde holgazaneaban en el mes de mayo, los azulones siguen rebuscando su merienda en aguas someras. Cuento más de cincuenta. Parpan, más bien burlándose de dos perros que guardan una casa, encerrados por los muros de la finca cercana. Semejan divertir a los ánsares más que amedentrarles, con sus ladridos excesivos.
El fresco se hace más patente a medida que regreso, andando ahora a la vera de un liquidámbar monocromo, ataviado de arriba a abajo con un terno burdeos y de varios robles americanos diríase que, engalanados con sus hojas vestidas como flores ocres, amarillas, granates, burdeos y otras aún verdes. Componen un mosaico foliar que impregna la vista.
El Otoño no ha venido para quedarse pero sí, para pasar con nosotros una temporada.
"Por San Martino mata el pobre su cochino y por San Andrés, el rico los tres", dice el refranero popular.
** Lo escribí el día 12.11.2012**

Youtube Carla Morrison Hasta la piel CarlaMorrisonMusic
Youtube Carla Morrison Falta de respeto + letra Brenn Fonc-k
Youtube Carla Morrison Disfruto (letra) kundopotter

2 comentarios:

  1. "El fresco se hace más patente a medida que regreso, andando ahora a la vera de un liquidámbar monocromo, ataviado de arriba a abajo con un terno burdeos y de varios robles americanos diríase que, engalanados con sus hojas vestidas como flores ocres.." una delicia leerte..
    Saludos

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  2. Vaya hables de lo que hables lo narras de una manera sencilla y preciosa, durante ese paseo me has hecho vivir y sentir esas sensaciones maravillosas, he podido oler y saborear esa mil y una sensaciones de las que describes, gracias Ines

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