25.8.11

* Gorriones *

Los gorriones son una constante en mis mañanas con sus trinos imperfectos y alocados.
Me atrapa su presencia y me conmueve su vida y su estancia en el árbol próximo a mi ventana enrejada.
Siempre quise ser un gorrioncillo volandero, pero no pude, nací mujer y no ave de paso.
Me paso horas, días y semanas, tratando de llegar a comprender el sentido de su efímera existencia.
No quieren vivir conmigo, pero tampoco se alejan mucho y suelen revolotear cada mañana debajo de mis ventanas.
No se resisten, eso sí,  al picoteo de las migas de pan húmedas que les brindo, aún no siendo su alimento preferido, sé que vienen, pero lo hacen cuando quieren ellos, no yo.
Sólo espero agazapada y espectante en mi ventana y en pocos minutos, uno de ellos, en un vuelo rápido y certero planea sus enérgicas alitas hasta donde quiere llegar.
No se coloca enseguida ante la miga más jugosa , no. Se posa en el suelo y a saltitos ojea el alimento desperdigado en el asfalto.
Parece que elige el mejor bocado, mientras mira a los lados,  como si hiciera señales con su cuerpo a los otros, los que aguardan en las ramas.
Decide cual llevarse en su pico y emprende un vuelo rápido de vuelta hacia el nido.
No son pajarillos vistosos, su plumaje desvaído, en tonos marrones y grises, no llama la atención por su belleza, como el de otras aves engalanadas de bellos colores, ni tampoco sus trinos son armoniosos al oído.
No compiten entre ellos con gorjeos continuados y melodiosos, para atraer a la hembra elegida, creo que no lo necesitan.
Pero sí sé que, entre ellos hay ciertas jerárquias, que no acierto a entender y que les obliga a unos a esperar y a otros a asumir la iniciativa.
Suelen ocupar las ramas de los árboles o los aleros próximos a mi casa. Sin aparente criterio y con descaro se instalan y no buscan problemas con  habitantes de otras especies, las golondrinas o las palomas.
Tampoco sé cómo eligen la rama perfecta, donde construir el nido para su prole venidera.
Suele tener forma de colador semiesférico, con entrada lateral, supongo que por comodidad, cuando agotan su vuelo y vuelven.
Son grandes rastreadores, buscan pajas secas que están desperdigadas al pie de árboles próximos, aprovechan los palitos de madera, cordones, pelo de animales e incluso pedacillos de tela.
Con todo estos elementos, van formando primorosamente el sólido armazón de su habitáculo.
Cubren todo con plumas desprendidas de su cuerpo, propias o ajenas y mullen con  sus patas lo que será el lugar de su puesta.
El número de huevos varía de tres a seis huevos, así como su  tamaño y colores, dependiendo, probablemente de su alimentación dispar.
Las tonalidades de su frágil cáscara varían, desde el azul aturquesado o verdoso, al rojizo o gris, liso o pintado, aunque ello no exime de algún que otro huevo blanquecino.
La hembra asume total y exclusivamente el tiempo de la incubación y durante doce o catorce días no se mueve apenas del nido.
El macho es el encargado de traer comida entonces a la madre de las crías, desnudas de plumas y ciegas, cuando eclosionan los huevos.
Y la pareja de gorriones se afana por igual para alimentar a sus polluelos hambrientos, hasta veinte veces por hora.
Regurgitan de su buche los insectos o grano, que nutrirán con creces  los picos abiertos de sus polluelos, hasta que inicien sus primeros vuelos.
La vida de los gorriones varía dependiendo de muchas cosas, principalmente de no ser apresados por el hombre y de que haya alimento cerca del nido, aunque he visto muchas crías caerse de los nidos, quizá por curiosidad o tal vez por calcular mal sus primeros aleteos.
Más de uno recogí yo del pie del árbol. Intenté darles alimento en mi casa, con mimo y constancia, pero no resultó. No prosperaron en cautividad, por mucho que yo me empeñara en cuidarlos y murieron.
Suelen vivir unos veinte meses, pero pueden alcanzar hasta los doce años de vida en condiciones ideales.
Su aspecto a mis ojos es tierno y vivaracho, pero son desconfiados por naturaleza y no se mezclan conmigo.

Libres nacieron y libres mueren.









  
 

9 comentarios:

  1. Yo no me llevo bien con ellos, porque tienen la fea costumbre de comerse mis plantas, sobre todo la Aptenia, comúnmente llamada Rocío, será porque es carnosa y tiene agua.

    Hace años tuve una conversación con el gorrión más gordito de los que venían a comerse mis plantas (supuse que era el patriarca) y le dije: "Mira yo os pongo un cacharro con alpiste y otro con agua y vosotros dejáis mis plantas en paz".

    Ilusa de mí pensé que me había dicho que sí pero era que no, se comían el alpiste, lo tiraban todo por el suelo, y seguían comiéndose cualquier planta que fuera carnosa, sobre todo la Aptenia que me gusta especialmente.

    Así que opté por no dejar en el balcón más que jazmín, cactus, lantana y una hiedra (eso no se lo comen).

    Besos

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  2. Interesante lección de ornitología. Debes haber pasado muchas horas observando a estos pajarillos.
    En la plaza donde vivo hay unos cuantos árboles (Los ayuntamientos cada vez son mas partidarios de hacer plazas "duras" mas fáciles de limpiar y si que tengan que cuidar mucho las plantas).
    Al principio venían a veces al balcon, junto a las palomas, pero como uno de mis hijos tenía alergia buscamos el sistema para evitar que cualquier pájaro se acercase.
    La solución nos la dió un viejo maestro jubilado:
    Dibujar varias siluetas de un gato negro al acecho, en un cartón, recortarlas y ponerlas bien visible en las barandillas de los balcones (Se pueden plastificar por si la lluvia).
    ¡Mano de santo, María!
    Un saludo.
    Salvador

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  3. Nunca peNsé que soñaras con tu libertad viéndo la vida en unos humildes pero graciosos pajarillos,en tu escrito (bajo mi punto de vista)transmites ansias de volar,de soñar,de ser libre,en esos pajarillos vuelcas tus anhelos.Ines tienes un espiritu,lleno,soñador,libre y maravilloso.Eso es lo que me incita escribir al leer tu prosa. Ines por favor no cambies

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  4. Al leer lo escrito,me hace pensar que en esos comentarios observaciones no se oculta otra cosa que ansias de libertad,de volar,de soñar.de dejar libre el espiritu y alcanzar esas cimas que tanto ansias y deseas.No pienso que no tengas una vida plena y dichosa.Pero tu allá dentro en tu profundo interior anhlas más,ansias volar salir y gozar de todas esas maravillas que ves en tus sueños y plasmas en tus escritos.Esa es mi opinión espero no sea molesta.Pero es lo que me sucita este escrito.De todas las maneras Inés concédeme un favor,un deseo.No canbies

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  5. Salva:

    Si lo hubiera sabido antes no se me hubieran roto "accidentalmente" dos hermosos gatos de cerámica que me regalaron cuando me casé (fuera de lista de bodas). Eran blancos, eso sí, pero los podía haber pintado de negro.

    ¡Qué pena de manitas que tengo, mira que se me rompen las cosas que no me gustan!.

    Besos

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  6. Muy buenas dotes de observación, Inés.
    Saludos blogueros

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  7. La vida en las ciudades no es precisamente natural. Los árboles no dejan de ser meros bonsáis cultivados a tamaño interesado, casi estándar. Sometidos a verdaderas perrerías por los " cuidadores " cuya única titulación suele ser el contrato temporal. Manos que no dan, les colocan " piercings " a modo de puntas, clavos o tachuelas anunciando las fiestas del pueblo, tal o cual defunción o un tablero indicador de no sé que bar y el mozalbete, hijo de su madre, les graba cual tatuajes corazones e iniciales diversas para orgullo de la homenajeada. Los políticos, que sí esperan, plantan un árbol porque saben que buenos votos les cobija.

    Y en esta vida de cristal, hierro, asfalto y cemento que son las ciudades campan por sus respetos los gorriones, como las palomas y algunas, cada vez más, cotorras, periquitos y otras aves de distinto plumaje escapadas o amnistiadas de su presidio. Las ramas de los árboles les apuscaban.
    Tus amiguitos Inés son bullangueros como notas de barrio marginal que se precie. No dejarían de ser unos Makinavaja, Popi o Mojamé si dos patas tuviesen. Aman el bullicio tanto como la pelea cuartelera, propia del barrio suburbano, en son de gresca por el papeo o de control del territorio y no digamos de las churris de turno. Cada año una nueva pizpireta será objeto de duelos propios de las galleras si bien, la basca pardaleña, se encargará de que la chorvita baile el cancán para el amo de la corrala, después de que éste interprete para ella un llamativo zapateado farolero. A los atrevidos les resta lamer las heridas en el alero de un tejado. A quienes le curran los más chirleros el careto, en silencio la retrospectiva se repasa más sabiamente. Por menos de " ná " montan bronca y bullanga. Los clavos los echan los más farrucos.

    En cuanto a su plumaje, no se esfuerzan en lucir lindos colores sino que más bien alardean de boquilla y no de ropaje. Un chaleco marrón por encima de un polo gris, una tapa a modo de braga castaña y " pa " chulear unas cliseras oscuras. Mejor lo espartano, como buenos choros, para que no se noten las manchas de barro y suciedad, cuando se revuelcan por el suelo, en peleas pendencieras o para aligerarse de " amigos " engorrosos.
    Afanan cuanto les guste, como en casa de María se engulleron la planta, el alpiste y bolingas no terminaron porque solo agua les dejó, al menos la raba no le potearon. Niquelada le dejaron la aptenia. La calle es su keli.

    Un abrazo paseriforme Inés.

    Youtube Mike Oldfield Cuckoo song 51 liviu

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  8. Fíjate, llego a Roma, la ciudad de mis sueños y le encontré un terrible defecto, pues no se por qué causa no existen gorriones en sus calles, yo que me encanta contemplarles, les eché enseguida de menos.
    Un beso

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