26.10.10

* Reflexión *



Cuando asomamos a la vida, venimos desnudos, con la curiosidad del que no sabe qué ocurre, ni por qué acontece.
No sabemos cuidarnos y somos nutridos en cuerpo y alma, por quien nos sostiene y cobija en su regazo materno.
El afecto primero es decisivo, para conformar nuestro carácter y fortaleza, de por vida.
Los mimos y cánticos de amor, en nuestros llantos, cuando sentimos miedo, dolor o frío, apaciguan el desconsuelo, entre arrullos maternos.
Caminamos y aprendemos de los años, con los principios que se nos prestan, conformando nuestro yo, más preciado.
Perseguimos con encono la felicidad propia y ajena, como bien y razón primera.
Comunicamos y aprendemos a personas distintas, sueños planes y dilemas.
Construímos afectos, amores y sociedades dispares, que nos obsequian su alma, en la medida que saben, pueden y quieren.
Maduramos despacio o deprisa, según coyunturas y nuestro ego es salvaconducto evidente, a los ojos de quienes nos ven y nos miran.
Fallamos una y mil veces, unas sin importancia y miles con daños, queriendo o no, ante propios y extraños.
Nuestra conciencia reclama justicia, enmienda y disculpa, ante lo que pudo haber sido y lo que nunca debió hacerse.
Y pedímos perdón con la humildad necesaria. O, huímos cobardes, acallando temores y alimentando actitudes abyectas.
Seguimos los tiempos, con la confianza y alegría del deber cumplido.
Somos humanos, erranos, caemos y resurgimos con manos de afectos.
Sentimos vergüenza propia y ajena.
Queremos enmendar desaciertos, que nunca debimos haber cometido.
El daño hecho y consecuencias, reclaman oprobio y disculpas.
Y nos dan leccion de vida y actos , con los que no contábamos, personas generosas, de corazón noble.
Nos hacemos fuertes y justos, sin perder el norte y la senda.

Somos nada y todo.
Tal y como nacemos, morimos.


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